martes, 30 de septiembre de 2008

Yo soy Madame de Sade

El día que cumplí 21 años descubrí que hay personas que disfrutan haciendo daño a los demás. Tienen un nombre: sádicos. De hecho, puedo asegurar que hay dos subespecies dentro de la raza humana, los sádicos y los patéticos. La buena noticia es que igual que las morenas se tiñen de rubio, hay patéticos que tratan de camuflarse entre los sádicos y sádicos que pasan buena parte de su vida infiltrados entre los primeros y disfrutando, complacidos, de su engaño.


Lección 1: cómo distinguir un sádico de un patético.



Sencillo, el patético alberga en algún rinconcito de su corazón la esperanza de que los humanos sean buenos por naturaleza. El sádico sabe que no hay más motor en el mundo que la propia satisfacción. Hasta los más grandes benefactores de la humanidad lo han sido movidos por el placer de sentirse bien consigo mismos o a cambio del agradecimiento en los ojos del mundo. Efectivamente, sádico no encaja con la definición de mala persona. Los sádicos rara vez dejamos ver nuestras intenciones. Es mucho más divertido provocar sonrisas y frases amables en los pobres incautos…infinitamente mejor que el daño directo. La inocencia es hermosa de observar, tiene la belleza exclusiva de las cosas extremadamente frágiles y futiles.


Los sádicos disfrutamos de la venganza, somos pacientes y cautelosos.


Tú no eres inocente, querida, éso está muy claro. Algún día te tropezaras conmigo, igual que yo me tropecé contigo. No te buscaré, sé que tú me evitas y es mucho más difícil evitar a alguien que no va tras de ti, la coincidencia y el azar trabajan para mi, y también tu culpa...Algún día, cuándo leas esto sólo quiero que sepas que yo lo escribí, lo escribí para ti. Es el comienzo de la venganza perfecta.


Reneè