lunes, 17 de noviembre de 2008

VIRTUD


Lección 9: la virtud


Durante estas semanas de ausencia he tenido tiempo para observar y reflexionar sobre diversas cualidades de mis congéneres humanos. He elegido para hoy el tema de la virtud por lo que tiene de extraña y elástica esta cualidad. Extraña por infrecuente, cada vez más, y no me asombra...ya habló mi querido Marqués de sus infortunios en otro tiempo y otro lugar.


La virtud es inversamente proporcional al aprecio que se hace de ella. Cuando encontramos una persona completamente virtuosa y sin tacha, se hace acreedora de apelativos tales como tonto, inocente o memo. Del personaje carente totalmente de virtud, a pesar de no resultarnos muy simpático, diremos que es muy listo. A ninguno de estos dos grupos se les pide más, se asume que son tal cual de manera irremisible.


Vayamos ahora al resto, al ochenta por ciento de los mortales, los que quedan al sacar de la cuenta a los listos y a los tontos. En este grupo es donde más flagrantes se hacen los infortunios de la virtud. Para ser virtuoso es preciso serlo siempre, un solo desliz en años hará que el/la deslizante pierda automáticamente su halo de virtud. Para parecer virtuoso, en cambio, basta con serlo una vez, pero asegurándose de que haya testigos. Es más, para parecer virtuoso, no es ni tan siquiera necesario serlo una vez, basta con haber sido injustamente juzgado en alguna ocasión, siempre y cuando haya testigos.


Revisemos para concluir la estructura de los grupos humanos. En cualquier núcleo de al menos diez personas, encontraremos siempre un tonto y un listo, (también denominado descendiente en primer grado de la gran cortesana...). Os invito a repasar mentalmente cualquier grupo al que pertenezcáis, el del trabajo, los amigos de la facultad...Si no identificaráis siempre al tonto o al listo, no desesperéis, simplemente plantearos cuál es vuestro propio rol en el grupo.


¿Y vos, milady?¿Aparentáis lo que no sois?¿o sois lo que parecéis?