miércoles, 1 de octubre de 2008

Los secretos

Lección 2: los secretos

Los secretos hacen la diferencia entre una dama y una vulgar cortesana. La mujer que revela todos sus secretos pierde automáticamente su encanto. Sin embargo, la mujer que guarda celosamente todos sus secretos pasará por anodina e insulsa. El secreto, valga la redundancia está en las confesiones a media voz, sin revelar todos los detalles del pasado y ante todo, sin desvelar la próxima jugada.

Algo muy similar ocurre con las identidades. Todos (todos los adultos en nuestro sano juicio) mantenemos sin gran dificultad varias identidades públicas -somos amigos, profesionales, vecinos, hijos- y las más de las veces alguna que otra privada...Hasta ahí entran en juego la discreción y las buenas maneras. La buena educación consiste en saber estar en cualquier parte sin llamar desagradablemente la atención sobre nuestra propia persona. Las palabras soez o pedante sirvan de ejemplo de las connotaciones desagradables que conlleva no saber estar a la altura o situarse deliberadamente demasiado alto. Pero la excesiva multiplicidad de identidades es igualmente perjudicial. Quien asume, pongamos cinco registros diferentes como amigo, tiene los días contados antes de ser catalogado como hipócrita, con razón, a mi humilde parecer.

El último lugar en esta lista de abstractos corresponde al más importante: la Verdad. La Verdad absoluta no existe, el mundo real está lleno de verdades individuales, de teoremas idealizados y de constataciones parciales. En estos términos, la sinceridad se convierte en ejercicio de brutalidad para imponer nuestra verdad a otro. Es por esto preferible, la honestidad, desde la cual podemos asumir la imperfección de nuestras verdades a condición de ser coherentes. La mentira, en cambio sí existe, aunque no es oro todo lo que reluce.
Todos sabemos cuándo mentimos y no tiene que ver con especular, con conocer todos los hechos ni con evitar la brutalidad, sino con la intención: la mentira busca confundir u ocultar una verdad, que habitualmente es la nuestra propia...

Por lo general las virtudes son gregarias, o acuden todas cual hacendosas abejas a fabricar miel o huyen en tropel como las ratas de un barco que naufraga...Y de vos, milady, lo único que diré hoy es que nunca os vi oler una flor, pero de todos es ya conocida vuestra afición por la sal.

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